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El farallón del obispo, un monumento rocoso natural en Acapulco
12 de octubre de 2022
A mitad del litoral de la bahía de Santa Lucía en Acapulco, muy cerca de la Diana ubicada en Av. Costra Miguel Alemán, se encuentra una pequeña extensión rocosa conocida como “El morro”, un sitio cercano a la playa que lleva el mismo nombre y que forma parte no solo como un atractivo del puerto, sino que es un vestigio que guarda y forma parte de la historia de este destino turístico.

Un nombre de leyenda

De acuerdo a historias que retratan al viejo Acapulco desde sus inicios, existen documentos y vestigios que certifican que este emblemático lugar ha sido sede innumerables acuerdos comerciales, batallas, cuna del turismo y tierra de pescadores; siendo éstos últimos los que bautizaron al islote como “El Morro” un adjetivo calificativo que lo distingue al ser de menor tamaño que la “Isla de la Roqueta”, y una palabra utilizada de manera general para identificar a los niños.

Sin embargo, existe una versión que pocos conocen y que hoy te vamos a contar.

Resulta ser que, por el año de 1663, la bahía de Acapulco era un campamento enorme que albergaba a bergantines, que huían de los litorales del Mar Grande debido a un poderoso fenómeno hidrometeorológico que golpeó fuertemente las costas y que afectó severamente algunas partes del lugar que los acogía.

Los hombres y mujeres de aquella época eran devotos a la religión, la fe y a los sucesos milagrosos; por lo que al ser el clima muy vertiginoso, implacable y voraz, propició a que el sacerdote conocido con el nombre de Olaguibel motivara a los militares del campamento que estaban a cargo del sargento Francisco del Rincón para que sus navegantes más experimentados lo ayudaran a rodear el islote en el cual elevaría una oración solicitando al creador cesara la tempestad.

Fue así como el padre Olaguibel y dos hombres militares se aventuraron a subir a una embarcación pequeña y cruzaron el pesado oleaje del mar para llegar al islote para lograr su cometido.

Posteriormente y luego de emitir sus plegarias, milagrosamente la lluvia cesó unos cuantos minutos, el clérigo bajó del islote y abordó nuevamente el navío para regresar a la bahía pero el cielo oscureció nuevamente dejando caer una tromba furiosa que terminó volcando a los tres valientes que culminaron sus vidas por ahogamiento.

Es así que, en honor a este hecho, “El Morro”, como lo conocemos en la actualidad, fue reconocido en aquel entonces como “El Farallón del obispo”.

Por los años 80, este islote volvió a cobrar vida y popularidad cuando a “alguien” se le ocurrió colocar una fuente en la cima de este. Al principio se veía bien y muy bonito pero de alguna forma, el mar estaba afectando su textura rocosa y su flora.

Algunos grupos ambientales alertaron esta situación y terminó por ser inhabilitado en 1982.

En la actualidad “El farallón del obispo” o “El morro” yace vivo, firme e icónico como uno de los sitios que brinda vista y postales magníficas para turistas, bañistas y residentes.

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